viernes, 24 de diciembre de 2010

“CRONICA DE UN INCENDIO ESPECTACULAR”


“Es que es el tiempo de las quemazones”
“Palabras textuales de una persona en la multitud cuando se quemaba el cine Analco en la película Vidas Errantes”
“Honor a quien honor merece”
“Para todos esos héroes anónimos y no tan anónimos que de una forma u otra estuvieron presentes en uno de los más grandes incendios que se tenga memoria”

“CRONICA DE UN INCENDIO ESPECTACULAR”
Ahí en lo alto de la loma donde termina el centro de San Miguel y comienza “La palangana”, ahí estaba, majestuosa, dominante, segura de su valor para un pueblo que la necesitaba como parte de su vida diaria; si, ahí estaba la tienda más grande de ese pueblito maderero, la tienda de Don Leoncio Zamora.
Don Leoncio Zamora, comerciante de los buenos y sastre de profesión, se inicio en el comercio desde muy chico estableciéndose en San Miguel de Cruces a finales de los años 50 y principios de los 60.
Siendo él un hombre inteligente y audaz para los negocios, decide abrir su tienda la cual llamo “Casa Zamora”.
Al principio, el caserón era de madera (y como no) pero conforme fue pasando el tiempo, le fue haciendo mejoras a la vez que agrandándola hasta llegar a ser tienda, hotel, casas de renta, casa principal y la primer iglesia evangelista en el pueblo.
Toda o casi toda estaba “forrada” con mescla de cemento y cal, lo cual provocaba que la madera estuviera más que seca.
El tiempo pasó y con él se iba nuestra niñez, nuestra adolescencia y llegaban los tiempos de emigrar, de estudios en la gran ciudad.
Corría el año de 1975 cuando los dos hijos más chicos de Don Leoncio y Dona Bocho tuvieron que dejar el pueblo para ir a estudiar en la ciudad, los otros siete ya antes habían emigrado, dejando a nuestros padres solos, pero con la seguridad que estaríamos bien y saldríamos adelante.


EL TRAGICO 1976
Por recomendaciones médicas, mi padre había tomado lo que tal vez fue la decisión más difícil de su vida, una decisión por su salud, por su familia, por su bienestar. Había decidido vender su tienda y emigrar a otra ciudad al nivel del mar donde su salud de acuerdo a los médicos, estaría mejor.
Estaba en tratos con una persona de Las Truchas quien estaba interesada en comprarla, una señora de nombre Esperanza (no se su apellido) además de otro comerciante de San Miguel.
No se llego a concretar la venta, ya que comenzando el año 1976, con él se acercaba el trágico “Tiempo de las quemazones”.
Si, así fue, llego el mes de Marzo, el día 6 para ser precisos, sábado por cierto. Después de comer, mi madre salió a predicar la palabra de dios por el rumbo de la rinconada mientras mi padre acostumbraba tomar una siesta y como la mayoría de los comercios, cerraba la tienda de 2 a 4 de la tarde. Nunca se imagino ni en sus peores sueños, la pesadilla que se avecinaba.

Y TODO COMENZO…………..
Serian alrededor de las 3:30 de la tarde, cuando en una de las casa de renta, (que por cierto la rentaba la señora Lola Reza, enfermera de profesión y empleada de El seguro social IMSS), comenzaba aquel infierno.
Nadie sabe exactamente como paso, solo se sabe que al menos una o dos de las niñas de la señora Lola, al parecer estaban atrapadas dentro de la casa y uno de nuestros héroes, conocido como “el güero”, chofer del autobús, arriesgando su vida, salvaba la de las criaturitas. Gracias güero.
De pronto, como salidos de la nada el humo y la lumbre comenzaron a surgir elevándose hasta el cielo, cosa que no paso desapercibido para nadie por la ubicación de la tienda. Entonces comenzó el pandemónium.
Tío, tío, tío, gritaba el Sr. Ernesto Villalpando Zamora (Neco), se está quemando la casa, despertando a mi padre de su siesta. Al salir mi padre del cuarto donde estaba, al mirar la gravedad de la situación, se quedo helado, impávido ante la magnitud de aquel siniestro. Luego, comenzó a llegar la gente, avisadas en su mayoría por el humo y alertadas por el silbato de la fábrica, el cual en esta ocasión no anunciaba la hora sino que pitaba y pitaba haciéndole saber al pueblo entero que algo grave pasaba y se ocupaba ayuda.
Mi madre, al igual que la Sra. Rita Quintero y la Sra. Mema Peña, al mirar el humo que comenzaba a surcar los cielos, supieron de inmediato que había un incendio, mas nunca se imaginaron que sería en su propia casa, hasta que una pequeñita les avisaba “Señora, señora, se está quemando su casa, la casa de Don Leoncio”. Al escuchar tan terrible noticia, solo atinaron a correr y correr hasta llegar al lugar del siniestro, pero era tarde ya.
“Don Leoncio, quiere que le ayudemos a sacar lo que podamos, por que pronto ya no podremos hacer nada” dijo una voz anónima. Mi padre, no atinaba a entender lo que pasaba y solo musito un “si adelante, saquen lo que puedan”. Entonces se dejo ver la unión de un pueblo ante la adversidad, todos ayudaban, todos intentaban poner un grano de arena o una cubeta con agua para tratar de controlar lo incontrolable.
Cualquier esfuerzo sería insuficiente para controlar el fuego, el cual amenazaba con expandirse a las casa vecinas y lo más terrífico, a la clínica del IMSS.

Al ver que el esfuerzo por apagar el siniestro sería nulo, decidieron centrar sus esfuerzos en las casas vecinas para evitar que el fuego se propagara y evitar una tragedia de proporciones irreparables.

“LOS VECINOS”
Había varias casas alrededor de la nuestra, las cuales por su cercanía, comenzaban a sentir la presión de la lumbre y por consiguiente a humear. A un costado, la carnicería de Don Maurilio Reta, al otro la casa de Don Loreto Ortega, al frente hacia abajo, la tienda de Los González, la frutería de Facho y la casa de Don Poncho Gallo, atrás la casa de Don Honorio Ortega y la casa hoy del Sr. Tito Ochoa, pero el verdadero peligro lo representaba la clínica del seguro social, la cual fue evacuada en su totalidad siendo “enviados” los pacientes hasta la Escuela 16 de Septiembre en el bajío.
Temerosos todos de que el enorme tanque de diesel que se encontraba en la parte trasera de Seguro, hiciera explosión, centraron sus esfuerzos en evitarlo.

“LA PIPA”
Conocida también como “La araña” porque lo parecía, había salido de la fábrica rauda y veloz como siempre que se le necesitaba. Después de batallar con lo malo del camino, arribaba a la escena del incendio, con sus dos “bomberos” a bordo y cuando “los traga humos” estaban más listos que nunca para enfrentar el peligro, sucedía lo impensado, lo que no podía pasarle a un carro de bomberos último modelo como ese, (lo que siempre le pasaba), algo le fallaba, cuando no una válvula, la manguera rota, o le faltaba un tornillo y esta vez no sería la excepción, no traían agua.
Tan rápido como llegaron, se fueron a “La pila”, a cargar el valioso liquido mientras el incendio rugía en todo su apogeo. Cuando regresaron, se les dijo que “bañaran” el tanque de diesel, olvidándose por completo de apagar lo inapagable, el fuego en la tienda.

“EL PROFE LENCHO”
El profesor Lorenzo Ortega Flores, conocido por todos como “El profe Lencho” arribaba a la escena del siniestro y como no si dos de sus hermanos estaban luchando por salvar sus casas y pertenencias. En su esfuerzo por evitar que se prendiera la casa del Sr. Honorio Ortega, se subía al techo, donde estaban los tambos del baño y desde ahí le arrojaba agua a la tableta ya humeante que amenazaba con prenderse. En un descuido y con lo empinado del techo, resbalaba y caía hasta el suelo, quebrándose un brazo, pero su esfuerzo había valido la pena, lo habían logrado, ya que con seguridad si no hubiese sido así, otra seria la historia. Gracias Profe.
Por el otro lado, donde se encontraba la carnicería de Don Maurilio Reta, el fuego amenazaba con prenderla, es mas se prendió y para evitar la propagación de la lumbre, decidieron tumbarla con el trascabo que había llegado a ayudar. El mismo trascabo, fue pieza importante en salvar la vida de al menos una persona que había quedado atrapada en la casa de dos pisos la cual era de bloques de cemento y tenía protecciones metálicas tanto en las puertas como en las ventanas. Dicha persona al parecer era un señor conocido como “El pepsicolo” quien en sus tiempos mozos fuera “boxeador”, más no está confirmado, lo que si se confirmo es que como todos trataba de ayudar a rescatar lo que se pudiera.
Con el trascabo, quitaron una de las protecciones de una de las ventanas del segundo piso y así pudo el salir de aquel infierno, colgado del brazo de la maquina salvándose de morir quemado.

LO QUE SE SALVO
Mientras que el Sr. Poncho Gallo quitaba los tanques de gas para que no fueran a explotar, otros muchos voluntarios se dedicaban a sacar lo que podían de la tienda, salvando bastantes cosas. La presidencia y la casa de Poncho Gallo, fueron los lugares en donde se guardarían las cosas rescatadas del incendio.
“Esta quemazón si costeo”, bromeaban algunas personas, mientras se dedicaban a sacar lo que podían. Cabe destacar que se rescato bastante de la tienda, mas no de las casas considerándose perdidas de cerca de 500,000 mil pesos de ese entonces, según lo publicado al día siguiente en el periódico de la ciudad, El Sol de Durango, el cual anunciaba “Arde un templo protestante en San Miguel de Cruces”.

AL DIA SIGUIENTE…….
Con el ánimo por los suelos y las fuerzas agotadas, comenzaba un nuevo día para mis padres, los cuales incrédulos miraban como su patrimonio quedaba reducido a cenizas, tantos años de esfuerzo y los sueños de un futuro mejor, se esfumaron en forma de humo y mi padre elevando su vista al cielo se limito a decir “Dios me dio, Dios me quito”.
El señor Bonifacio Moreno (Facho) y su esposa la señora Mica, en un enorme gesto de humanidad, les ofrecieron a mis padres una casita en la parte de atrás de la casa de Don Alberto ortega, sin cobrarles un solo centavo, viviendo ahí sus últimos días en San Miguel, antes de emigrar a la ciudad de Durango debido a la enfermedad de mi padre.
Gracias Facho, gracias señora Mica, la familia Zamora les vivimos agradecidos por su generosidad, dios los compensara donde quiera que se encuentren.

LA UNICA VICTIMA
Afortunadamente, no hubo pérdidas humanas en este siniestro, siendo la única víctima mortal el gato de la familia llamado Mizuki el cual vivía con nosotros por mucho tiempo y al momento del incendio fue y se metió directamente en la casa donde todo había comenzado. Como dicen que los gatos tienen siete vidas, ahí acabaron las de él, no sin antes sobrevivir por una semana con quemaduras graves que a la postre le causarían la muerte.

EL REGRESO
Llegaba la semana santa y con ella el comienzo de las vacaciones en la escuela, por lo cual mi hermano y yo, nos apurábamos a regresar a San Miguel para reunirnos con nuestro padres. Fue muy triste si, el llegar a nuestro pueblo y cuando el autobús doblaba de la Vizcaya a San Miguelito, ahí justo en la iglesia, buscábamos afanosamente en el horizonte nuestra casa pero solo divisamos el vacio, si un vacio que nos llego al fondo del corazón. Ya no estaba, ya no dominaba mas, ya no se imponía en lo alto, se había esfumado, se volvió humo.
Ahora, solo queda el recuerdo, si el recuerdo de una niñez bonita, de un pueblito que cabe en el corazón y de una casa que dómino en su tiempo, que vivirá en la memoria de la gente que vivió ese San Miguel de los 60’s y los 70’s.
GRACIAS
Quiero agradecer a mi madre, La señora Ambrocia Ruiz vda de Zamora, ya que gracias a su prodigiosa memoria, (acaba de cumplir 91 años) se acordó a la perfección de la mayoría de los detalles.
Este relato nace de las ganas de su servidor de contar una historia verdadera la cual probablemente no cuenta con lujo de detalles lo sucedido, pero la escribo con el corazón esperando que quien la lea comprenda que hubo, hay y seguirá habiendo un San Miguel de Cruces lleno se sucesos buenos y malos que vivirán en nuestros corazones.
“A LAS GENERACIONES 1950, 1960, 1970 QUE VIVIERON O VIVEN EN SAN MIGUEL DE CRUCES”
“LO QUE QUEDO”

LA UNICA FOTO QUE PUDE CONSEGUIR Y SOLO SE VE UNA PARTE DE LA DESTRUCCION.
GRACIAS
JOSE SIGIFREDO ZAMORA RUIZ
DICIEMBRE 2010
HUNTINGTON PARK, CA
josezamoracmx@yahoo.com